Leer Diario de una anónima… por la alfombra naranja I
Llegó el momento, uno que nunca esperas, que siempre podrías imaginar pero que jamás se ajustaría a la pura realidad. El chófer salió y nos abrió la puerta.
Vosotros pensad y poneros en situación… Eres una fan-ática de El Internado, que lleva horas en la valla de la alfombra naranja, esperando ver a sus ídolos, llega un coche que desde fuera ya aparenta ser de algo importante, que para justo en la entrada donde los actores bajarán y empezarán a firmar y hacerse fotos y encima, sale el chófer a abrirte la puerta. Gritas como una histérica preguntando quién sera él o la famosa que asome la cabeza por el coche…
Pues no. No somos Elena Furiase, ni Blanca Suárez, ni tampoco somos las guardaespaldas personales de Yon González, soy anónima. Encantada. Pero, ¿por qué chillan y hacen fotos, me pregunto yo? Siguen mirando a ver quien más sale del coche pero creo se llevan una gran decepción al ver que no somos quienes ellas esperan. Aún así, eso es lo de menos… Nosotras estamos pisando la alfombra naranja y ellas están al otro lado de la valla, algo que nos diferencia y que por lo visto, nos convierte en famosas.
La pregunta del millón, que quién la acierte se lleva el bote: ¿quiénes sois? Eso es lo único que les interesaba saber. Claro que, en ese momento podría haber aprovechado y promocionarme: Hola, soy anónima y me dedico al diseño gráfico de manera profesional, aquí tienes mi tarjeta de visita. Pero francamente eso no les interesaba nada. Así que mientras la gente nos miraba atónita, comenzaron a oirse preguntas del tipo “¿Quiénes sois? ¿De qué serie venis? ¿Y Martín Rivas? ¿Sois famosas?” a lo que no se me ocurrió otra cosa que decir “No somos nadie”.
Vale, lo reconozco, esa frase no es la más acertada porque yo tengo un nombre y un apellido que con orgullo llevo, pero como comentaba, es algo que consideré de poca importancia para la gente que allí estaba mirándonos. Si les hubiera dicho mi nombre posiblemente habrían puesto cara de “¿Lo cualo?” a lo que podría haberle seguido una pregunta como “Si, si, vale… pero ¿en que serie sales?”.
Todo esto que pensé en cuestión de segundos, pasó a un segundo plano, y los compañeros de Antena 3 y Globomedia, agarraron los bártulos del maletero, cogimos aire, volvimos a coger aire, creo que cogimos otra tercera vez aire, y empezamos a andar mientras las preguntas volaban por ahí a un ritmo inquietante. Si ya el hecho de cómo habíamos llegado resultaba curioso para no ser famosos, el fotógrafo del festival nos paró en mitad de la alfombra para hacernos unas fotos. Y por supuesto, lo que le dije de “Pero si no somos nadie…” sirvió de poco. Me habría gustado explicarle al simpático fotógrafo que eso mismo que estaba haciendo, ayudaba poco a nuestro intento por pasar desapercibidos en mitad de la multitud. Pero no, este no leía mentes como el chofer que nos trajo.
Sonrisa, concentrando todas mis energías en el intento de que saliera natural y no forzada y tratando de disimular la vergüenza que en ese momento estábamos pasando. Foto. “Otra más, por favor”. No, si ya puestos… Otra sonrisa, (¿media sonrisa? ¿sonrisa profident? ¿Mejor seria?) Foto. Hecho esto, continué andando por la alfombra junto a los compañeros con los que iba, cargados con cámaras de vídeo profesionales encima, etc. Que yo me pregunto, ¿qué pensaba la gente que allí estaba al vernos con todos esos bártulos encima y preguntarnos si éramos famosos? ¿Que llevábamos la maleta encima en pleno preestreno de la serie? Nada tenía sentido y yo sólo sabía repetir cada vez que alguien nos preguntaba “No somos nadie”. Algo que cuándo lo he contado a amigos y familiares han montado en cólera, mi madre la primera… ¡¡Como que no eres nadie!! “Ya mamá, si que soy alguien, pero me refiero a que no somos nadie famoso, de interés para la gente que allí había”. Es fácil pensar desde fuera cómo le explicarías a alguien que eres anónima, pero da la casualidad que eso, en un contexto lógico y normal no sería necesario explicarlo. Pero ese momento era de todo menos normal.
Llegamos al final de la alfombra y rápidamente nos pusimos en la zona de prensa, detrás de las vallas (ahora si que me sentía una más de todo aquello) y esperamos hasta que llegaron los que verdaderamente eran famosos. Sobre esto, hay poco que contar… Fotos, fotos, fotos y más fotos. Autógrafos, autógrafos y más autógrafos. Mientras tanto, yo fotografiaba con el móvil para ir subiendo las fotos a Facebook (Me llamo anónima y soy adicta a las redes sociales… 😉 El primer paso es reconocerlo.) para que de alguna manera, mis amigos pudieran “vivir” más de cerca lo que yo estaba viviendo.
Una niña que allí se encontraba tuvo la “suerte” de ser medio aplastada por sus primas si no recuerdo mal. Digo suerte, porque eso hizo que un guardia de seguridad la sacara de la valla-fans y la pusiera en la valla-prensa donde allí estábamos la compañera de Globomedia y yo. ¿Eso en que la benefició? En que además de no morir por asfixia, la niña consiguiera más autógrafos de los que se imaginaba… Cuando los actores se acercaban, entre la compañera y yo los avisábamos para que por favor se acercaran a firmar a la niña y si no recuerdo mal, consiguió autógrafos de todos. Es más, Martiño Rivas que se acercó encantado a firmarle aprovechó para charlar con ella; “¿Vas a ver el capítulo?” La niña dijo que si, flipando. Tenía a Martiño delante y dirigiéndose a ella, sólo a ella. Tampoco tenía claro como se llamaban los actores en realidad, pues gritaba el primer nombre que le venía a la cabeza en un intento por conseguir que se le oyera. Pero ahí estábamos la compañera y yo para chivarle quien venía por la alfombra a lo lejos y como se llamaba. Inmediatamente se ponía a gritarle a sus amigas que se encontraban en la valla de enfrente. Lo tenían todo muy bien planeado, las de la valla de enfrente conseguían las fotos y la pequeña que había conseguido llegar a la zona de prensa se dedicaba a conseguir autógrafos. Al final, como más se consigue es trabajando en equipo.
Después de algunas posados con los fotógrafos que allí se encontraban, entramos al cine que estaba repleto de adolescentes histéricas que deseaban ver a los actores en pantalla grande. Bueno, digo adolescentes pero ahí también había gente que no lo era tanto. Tras unas breves palabras de los actores que fueron presentados uno a uno, confundiéndose con Raúl Fernández al que presentaron como Roberto Fernández (¿Ein?) comenzó el capítulo. ¿Las escenas más aclamadas por el público? Las de Fermín y María y las de Iván y Julia. Vale, lo reconozco, es a las que más atenta estaba así que quizá las otras también resultaron sorprendentes pero no me di cuenta…
Al salir del cine, seguía estando la juventud en la puerta esperando un autógrafo o una foto de sus actores, incluido de Aitor Luna que también asistió al preetreno para estar con su hermano Yon González. ¿Es que no había sido suficiente una hora y media de alfombra con los actores firmando? No, era evidente que NO era suficiente. Los actores, siguiendo órdenes, entraron en los coches que los llevarían hasta el restaurante que se situaba a dos calles de los cines y entonces oí unos comentarios injustamente vertidos sobre algunos de los actores, tipo “Pues que bordes, que les den…”, “Que idiotas, encima que estamos aquí por ellos y pasan de nosotros… imbéciles…”. ¿Perdón? Indignada me quedé, porque a pesar de que ellas llevaban horas esperando, hay algo que hay que tener muy en cuenta y es que es matemáticamente imposible que todos y cada uno de los fans que allí se encontraban se llevaran a casa un autografo y/o una foto. Y yo creo que de eso, tiene más culpa la ciencia que los actores. ¿En necesario caer en el insulto?
Llegamos andando al restaurante, porque como he dicho, estaba a dos calles. Pero aunque resulte impensable, si los actores hubieran tenido que ir andando, no habrían llegado antes de las dos de la mañana y es que, el ir en coche es una cuestión de necesidad. Al menos si unos actores de tanto éxito quieren llegar al restaurante antes de que apaguen las farolas de las calles por haber amanecido. La cena estupenda, los camareros atentos en todo momento y un ambiente de buen rollo, con ganas de pasarlo bien y con una ligera pincelada de melancolía.. El broche final lo puso Elena Furiase cuando decidió dedicar una palabras al equipo, compañeros y gente en general que había hecho posible todo durante los últimos tres años y medio. Resultó verdaderamente emotivo hasta para alguien anónimo como yo que no ha vivido el día a día durante tres años y medio. Que pena, esto se ha acabado.
Al salir, como no, había en la puerta una veintena de fans esperando a que salieran los actores del restaurante. Y si, eran como las dos de la mañana… Por estar, estaban hasta atentas cuando alguien salía o entraba al baño por si acaso era algún actor o actriz, ¿os lo podéis creer? A veces pienso que tanto fanatismo, no es bueno. Pero entonces viví de nuevo la misma situación que a la salida del cine. Tras pasar los actores y pararse un par de veces a sacarse una foto o firmar un autógrafo, una admiradora, para nada adolescente y que esperaba con su novio al lado de la barra, sólo tuvo palabras malsonantes para unas personas (actores, pero antes que eso personas), que salían de cenar a las dos de la mañana de un sitio y que se disponían a irse, y todo por no conseguir LA foto. ¿Lógico? Desde luego que no, pero una servidora, osea yo, que sabe morderse la lengua, continuó su camino y me dirigí a la discoteca donde terminaríamos la noche.
Al llegar, y tras la sorpresa de encontrarnos la discoteca casi vacía para ser Viernes, pasamos a la zona VIP. Una zona separada por un cordón en medio de la discoteca, que separaba a los VIPs de los NO VIPs… Yo me pregunto, ¿en que momento de mi vida logré mi rango VIP? Ah no, que esto es como la cenicienta, a las 12 de la noche vence. En este caso, no a las doce, pero si al finalizar el festival… ¡Que pena! A lo bueno una se acostumbra rápido… En lo que tardé en llegar a la barra (cinco metros), pedir una copa (cinco minutos) y girarme, el bar se había llenado de gente que curiosamente no había ido a bailar sino a mirar desde “el otro lado” como los actores se divertían. Allí terminamos la noche, unos antes, otros después, y como podéis imaginaros, la odisea para que los actores salieran de allí fue monumental. A la llegada al hotel, y según me contaron, todavía había un grupo de gente esperando en la puerta del hotel para verlos aunque esto como digo, me lo contaron, no lo viví.
¿Qué saco en claro de este, mi diario de anónima? Que ser VIP mola, mola mucho, pero que ser actor, al menos de éxito rotundo como lo son nuestros internos, supone ser actor 24 horas al día, sin descanso. Tienes que estar disponible para hacerte una foto, firmar un autógrafo o dedicar una bonita sonrisa a todas las horas del día, sin excepciones. Ni cuando tienes resaca del día anterior, ni cuando sales con amigos, ni cuando vas de compras, ni cuando llegas de fiesta… nada, siempre disponible como los números de atención al cliente 24h.
Cierto es que, sin el apoyo de toda esta gente que les sigue y admira su trabajo, es muy probable que no llegaran a tener tantísimo éxito, pero siempre hay que tener un límite, y no sobrepasarlo. Esta claro que a día de hoy no hay límites ni limitaciones, todo vale para conseguir una firma o una instantánea con el actor o la actriz de moda.
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