Diario de una anónima… por la alfombra naranja I

¿Que pasaría si de repente un anónimo tuviera que andar por la alfombra roja, o en este caso naranja, de una premiere bajo la atenta de mirada de cientos de adolescentes?

Me presento.

Me llamo anónima, y por circunstancias de la vida este Viernes asistí a la premiere de «El Internado» en el FesTVal de Vitoria, donde cientos de fans esperaban a la entrada de un cine para ver a alguno de sus ídolos y con un poco de suerte, conseguir un autógrafo o una foto. Yo, por suerte o por desgracia, según se mire acabé andando por esa alfombra, todavía no sé como, bajó la atenta mirada de un montón de adolescentes que me miraban preguntándose quién era yo. Yo soy anónima.

Viernes, 19h

Llego a Vitoria muy cansada, han sido ni más ni menos que casi seis horas de viaje, en tren regional Madrid-Vitoria, sin película y con retraso. Pero merecía la pena hacer el viaje para vivir de cerca el preestreno del primer capítulo de estos últimos siete que quedan de “El Internado”.

Mi primer destino fue ir al Hotel Lakua, a las afueras de Vitoria, donde se alojaban actores, productores y demás personalidades importantes. Por si alguien en la ciudad aún no sabía del paradero de los actores del festival, el taxista se encargaba de decírtelo. “¿A dónde le llevo?” “Al Hotel Lakua, por favor”, “Oh vaya, te vas a juntar con todos los actores que vienen al festival de Vitoria”.

El hotel, como decía, está bastante lejos de lo que es el centro de Vitoria, así que, ignorante de mi, no me preocupaba el que fuera a haber mucha gente en los alrededores. Llegué al hotel, y contrario a lo que había pensando, la entrada estaba repleta de adolescentes que esperaban hacerse una foto, conseguir un autógrafo o simplemente ver de lejos a alguno de los actores de “El Internado” que eran los protagonistas del día. Al salir del taxi, hice un intento (fallido) de entrar por la puerta de la derecha que no había nadie, pero evidentemente estaba cerrada. Había que pasar por la alfombra roja como si de una estrella se tratase, con todo el glamour que la maleta, el bolso y las ojeras que llevaba te permitieran. Así que al pasar, mientras los adolescentes me miraban dije “Fotos no, por favor”.

Es broma. Me puse las gafas de sol (por el sol, no para evitar paparazzis jaja) y agarré mi maleta y entre como si estuviera entrando en un sitio cualquiera, ignorando a todos esos adolescentes que estaban pegados a las vallas en los laterales de la alfombra.

Viernes, 20h

A eso de las ocho de la tarde, era hora de bajar para comenzar a desplazarnos hacia el centro de Vitoria, para asistir al preestreno. En el hotel, dentro, había gente por todos sitios: gente de organización, de la productora, de la cadena… y yo, que permanecía atónica al ver a través del cristal que la entrada cada vez tenía más gente. El ascensor hoy tenía trabajo extra, y no paraba de subir y bajar de unas plantas a otras, y es que era en la tercera planta donde se encontraba los maquilladores y peluqueros para poner guapos a nuestros chicos. Antes de bajar, me encontré casualmente a Blanca que ya estaba maquillada y peinada, y recuerdo que le dije “Que recogido más chulo” y ella sonrió. Horas más tarde me enteré que había sido ella misma la que se había peinado y maquillado, ¡que artista! Antes de bajar al hall, también me encontré a Martíño en el ascensor que iba especialmente guapo. Nos saludamos y mientras bajábamos, pensaba “¡Está guapísimo!”. El moreno del verano le favorece, y lo cierto es que el traje negro con camiseta negra le quedaba como un guante, y desprendía elegancia por los cuatro costados. Además, aprecié que se había dejado el pelo un poco más largo por la parte de arriba y creo que le quedaba bastante bien.

Ya abajo, vi que estaba Dani que por cierto, había cambiado de look, y se había cortado mucho el pelo y lo cierto es que le quedaba genial. Imaginé que al haber terminado la serie, tenía más libertad para cambiar de imagen. Justo después apareció Elena, que parecía una estrella. Iba guapísima con ese vestido rojo, con escotazo pero desprendiendo elegancia elevada al cuadrado. No pasó desapercibida, ni por el color del vestido, ni por el tipazo que marcaba ni por lo guapa que estaba, y todas las miradas se centraron en ella porque realmente llamaba la atención. Eso si, me entró un mareo sólo de ver los taconazos en los que se había subido… me arriesgaría a decir que incluso sentí dolor sólo de pensar en semejante tacón.

Al bajar, me comunicaron que teníamos que dirigirnos, unos compañeros de Globomedia, Antena 3 y yo, hacia los cines donde se preestrenaría el capítulo, para poder colocarnos donde la zona de prensa antes de que llegaran los actores. Al salir, varios adolescentes se dirigían a nosotros preguntándonos que quienes éramos, que si éramos famosos. Contestábamos que no, pero daba un poco de igual porque creo que no escuchaban. Aunque claro, un cochazo que te esperaba en la puerta con el chofer abriéndote la puerta no ayudaba.

El trayecto fue bien, sin problemas, fuimos hablando, comentando… El problema fue llegar a la calle anterior a la alfombra naranja. Al girar la esquina, unos policías pararon el coche, nos tuvieron unos minutos parados esperando que el coche de delante avanzara, y mientras tanto, ya teníamos un montón de adolescentes pegadas al coche, mirando por el cristal y preguntándonos quienes éramos. Alguna incluso echaba fotos. Podéis imaginarnos, como estábamos los de dentro. El conductor, muy correcto y educado, no podía evitar soltar alguna carcajada, y yo empezaba a llorar de la risa que me estaba entrando. La situación era surrealista. El coche, que empezaba a avanzar ni más ni menos que escoltado por la policía, era el centro de atención de todas las terrazas repletas de gente que disfrutaba de una estupenda tarde de verano.

Que yo lo entiendo. Tu estás en una terraza, tomándote algo, y de repente ves como un cochazo pasa al lado tuyo, a paso de tortuga, escoltado por la policía, te piensas que como poco, está ahí la princesa Letizia. Pues no, no éramos la princesa Letizia, ni ningún presidente, ni actores ni nada… Sólo éramos gente de prensa que iba a cubrir el evento, o en mi caso, a vivir de cerca la premiere. No sé deciros con certeza lo que sintieron los otros compañeros, pero desde luego por mi parte, deciros que pasé una vergüenza horrible, porque no paraban de mirarte y sacar fotos. Te miraban, te volvían a mirar, y no te reconocían. Lógico, ya que nadie de los que estaban ahí fuera nos habían visto en su vida. Pero el tramo de calle se acababa ya, y sólo tendríamos que rodear la alfombra al salir como nos habían dicho en el hotel, presentar nuestras acreditaciones, y listo. En ese momento, el conductor que yo juraría que leyó mi mente dijo “Lo siento chicos, tengo que dejaros aquí, tendréis que ir por la alfombra naranja”. Había tantísima gente allí, tantísima seguridad, y tantísima vallas que pretendían que pasaramos por delante de toda esa gente. Queríamos morirnos.

(Continuará…)

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