La atracción entre Jana y Manuel empieza a ser una cosa obvia: María Fernández se lleva las manos a la cabeza cuando comprende que su amiga, la revolucionaria, está enamorada de un señorito andaluz.
La situación financiera de La Promesa angustia a Alonso, que pide a Manuel que deje de volar y se centre en su trabajo, y a Catalina, a quien no le queda más remedio que deshacerse de un objeto de gran valor sentimental para conseguir el forraje necesario para que los animales no se mueran de hambre.