Samanta Villar acompaña a varias mujeres que prestan servicios como escorts, esta noche en “Vida en un burdel”, título de la nueva entrega de “Conexión Samanta” que Cuatro emitirá a las 00:30 horas. La periodista también entrará en contacto con un empresario del sector que le revelará los aspectos menos conocidos del negocio.
La reportera entra en un mundo en el que el deseo convive con la pura transacción económica. Samanta se pregunta cuáles son los detalles ocultos del trabajo de una escort de lujo: cómo pasan el tiempo entre servicio y servicio, cómo se preparan para impresionar a un cliente, qué tipo de relación se establece entre las diferentes chicas, el modo en que se negocian las tarifas y la seguridad con la que llevan a cabo su trabajo, en palabras de la periodista, “lo que nunca se ve alrededor de las casas de citas”.
Un universo de dudas legales y un negocio llevado al límite
“Vida en un burdel” retrata la vida de varias mujeres que representan distintas visiones del negocio de la prostitución en España. Kim es una chica española que vuelve a ejercer en su antiguo burdel después de una temporada de ausencia. Lissy prueba suerte en una ciudad nueva para poder sacar adelante a su hija de poco más de un año. Por último, Nuri disfruta con su trabajo y reconoce que vive noches de auténtico placer con distintos hombres. Samanta también conoce a Stéphane, dueño de una cadena de prostíbulos: “En Francia este negocio está penado con hasta siete años de cárcel, en España es legal. Las chicas son libres, no somos proxenetas”. Sus testimonios aportan luz en un mundo que se mueve siempre en un vacío legal, o al menos en una zona de indefinición: tal como afirma Stéphane, el secreto consiste en estar siempre al límite de lo que la ley permite y lo que no.
Samanta Villar conoce a Kim en un momento decisivo: faltan cuatro días para que vuelva al mundo de la prostitución tras un año entero retirada. Es sincera con los motivos que la han llevado a volver a dar ese paso: “Vuelvo fundamentalmente por dinero”. Kim regresa al establecimiento que Stéphane posee en Barcelona: “En una noche se puede llegar a ganar hasta 3.000 euros”, asegura. Allí también conoce a Nuri, una de las prostitutas que más tiempo llevan trabajando en este club. Ella reconoce que no todas las chicas están allí por necesidad: “A mí me gusta el sexo, soy ninfómana. Por eso disfruto con mi trabajo”.
No es el caso de Lissy, que está dispuesta a cualquier cosa para sacar adelante a su familia. Ella trabaja en la sucursal que Stéphane abrió en Valencia, pero ha decidido probar suerte en una nueva ciudad donde aún no es una cara conocida para sus clientes. Samanta la acompaña durante su viaje a Barcelona y se queda con ella durante su primer turno de noche allí.
Dinero rápido, privacidad absoluta
“Vida en un burdel” también revela otras realidades vinculadas con la prostitución, como las consecuencias de la apertura de un prostíbulo en la vida cotidiana de un barrio barcelonés cualquiera, pasando por las circunstancias personales de algunas de las empleadas. Algunas de ellas revelan ante la cámara las causas que les han llevado a estar allí, en la mayoría de los casos razones familiares y económicas. Tal como afirma una de ellas: “Esto no es dinero fácil, pero es dinero rápido”.
La cuestión económica suele ser una preocupación fundamental. Alguna de estas chicas ha llegado a conseguir grandes sumas en una única noche, pero el hecho de que no puedan estar reguladas por un contrato ante la Seguridad Social las coloca en una posición difícil de cara a la sociedad. Sin cotizar, sin nada que acreditar como experiencia profesional, se ven obligadas a ahorrar dinero para cuando se acabe su ciclo como prostitutas.
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