El pasado lunes, al fin, el siete veces nominado a los Oscar y ganador de dos de ellos —en 1975 por El Padrino II y en 1981 por Toro Salvaje— ha dejado su huella en el Hollywood Boulevard, y no solo con una estrella sino con una placa de cemento a los pies del Teatro Chino, junto a las leyendas más sonoras como Charlie Chaplin, Michael Jackson o Clark Gable.
Acompañado por su mujer, Grace Hightower, y presentado por Billy Crystal y el director de su última película, David O. Russell, el protagonista de El cazador inició su discurso con una broma y una referencia a Joe Pesci, su compañero de reparto en Uno de nuestros. «Joe Pesci siempre dijo que acabaría con los pies enterrados en cemento. No creo que esto fuera lo que tenía en mente», explicó entre las risas de los asistentes al evento.
Finalmente, De Niro destacó el honor que significa entrar a un club tan selecto de estrellas, destacando el hecho de ser neoyorquino, «mi casa», aunque incluyendo Hollywood en su lista de hogares. «Estoy orgulloso de ser un ciudadano de Hollywood», dijo.
Un homenaje en plena campaña de promoción de El lado bueno de las cosas, un trabajo con el que ha vuelto a recuperar protagonismo con una nominación al Oscar como mejor actor secundario, dos décadas después de su última nominación por su monumental personaje en el filme El cabo del miedo.
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