Manuel Ríos: «Los guionistas estamos obligados a hacer tres series en una. Hacemos proyectos dirigidos a niños, jóvenes y adultos, algo impensable en EEUU»

Las televisiones evitan riesgos.

Manuel Ríos lleva una camiseta de color oscuro con una antigua máquina de escribir impresa y la siguiente frase: La escritura no solo encanta, ilumina el otro lado de las cosas. Aunque no recuerda muy bien la frase completa y tiene que estirar la camiseta para leerla, de lo que no cabe duda es de que Ríos, autor de ficción y productor ejecutivo de Boca a Boca, exhibe toda una declaración de intenciones y la férrea defensa de un oficio, el de guionista, que, en televisión, se enfrenta a retos creativos cada vez más complicados.

En España, la fragmentación de audiencias, la necesidad de hacer un producto dirigido a todos los públicos con un formato que no baja de 70 minutos, son algunos de los problemas a los que se enfrentan los autores de ficción televisiva. Además está la crisis económica, que origina tendencias conservadoras en las cadenas, y los profundos cambios que se están experimentando en la forma de ver la televisión.

«Nosotros estamos obligados a hacer tres series en una. Hacemos proyectos dirigidos a niños, jóvenes y adultos, algo impensable en Estados Unidos, donde la oferta tiene un público mucho más concreto y diversificado», dice Manuel Ríos. «Todo esto viene provocado por la obligación de hacer capítulos de 70 minutos, cuando fuera de nuestro país lo normal es que no pasen de los 40. Este es el verdadero drama del guionista, los 70 minutos. En España las series no tienen más remedio que desarrollar historias, mientras que en Estados Unidos se centran en los personajes. Un capítulo de Doctor House dura 40 minutos y se puede centrar en las peripecias del personaje, pero cuando tienes que llenar 70 minutos no hay más remedio que desarrollar multitramas dentro de una historia. Y todo por la decisión de las cadenas de incluir tres cortes de publicidad», asegura Ríos, guionista de series como Médico de familia, Colegio mayor, Compañeros o Menudo es mi padre, para quien esta duración es además un impedimento insalvable para vender las series españolas en el extranjero.

Comillas, en Cantabria, fue hace unos días escenario del II Encuentro de Guionistas de Ficción de TV, organizado por el Instituto Buñuel y la Fundación Comillas, en el que una treintena de autores, creadores de los grandes éxitos de las series televisivas en España, analizaron el presente de su oficio y debatieron lo que ya aparece en el horizonte. «Sin su trabajo, no existiría la ficción. Son los testigos que siguen levantando acta de lo que pasa en la realidad», argumenta el cineasta y escritor Manuel Gutiérrez Aragón, presidente del Instituto Buñuel.

¿Quién ve ahora la televisión? ¿Dónde se encuentran los retos creativos ante la llegada de Internet como herramienta de uso masivo con vistas al futuro? ¿Cómo está afectando la crisis económica? Estas y otras preguntas fueron surgiendo en Comillas.

Ignacio del Moral es el verdadero gurú de este oficio. Todos le idolatran y le respetan. Sus reflexiones son siempre seguidas con verdadera atención. Si alguien conoce la trayectoria y la historia de las series en España, ese es él. Nacido hace 52 años en San Sebastián, fue el inventor junto a Antonio Mercero de Farmacia de guardia, la locomotora de la ficción en España.

Después de eso, ha puesto en pie otras series como Querido maestro o El comisario. «El momento es muy conservador. Entre la crisis y la fragmentación de las audiencias, las cadenas buscan productos seguros y eso significa que el perfil de la creatividad está muy por debajo de lo deseado. Las televisiones exigen un control grande desde el punto de vista empresarial y económico y ello está provocando bastantes conflictos entre el criterio creativo y el empresarial. Nadie conoce las claves del éxito, la piedra filosofal, y la salida es refugiarse en lo conocido, sin correr riesgo ninguno». Para Del Moral, en España se ha pasado de las series costumbristas, con historias nuestras de aquí y ahora (Farmacia de guardia, Médico de familia…) a otras con una mayor complejidad y mejor factura, en las que caben los géneros y los matices fantásticos (Periodistas, El comisario). «Desafortunadamente, parece que ahora tenemos que volver a las series costumbristas que parece tengan un público más masivo. Se busca un éxito inmediato, hay demasiada prisa por recuperar, se exageran los criterios de contabilidad y lo que está claro es que las series de calidad también necesitan tiempo, el éxito necesita tiempo», explica Del Moral, que da un clarificador ejemplo. Antes de poner en antena Farmacia de guardia se habían escrito 52 guiones y se habían grabado 30 o 40 capítulos. Ahora, la escritura, la grabación y la emisión son casi simultáneas. Se empieza a emitir con apenas cuatro capítulos grabados.

Y cada fracaso, sea de la productora que sea o de cualquier cadena, duele y afecta a todos. Sobre todo si se trata de una propuesta innovadora y diferente, porque eso implica que de momento esos caminos nuevos, por descubrir, se cierran. Eso pasó, según los participantes en el encuentro, con El grupo, una serie en torno a unas sesiones de terapia, realizada a imagen y semejanza de la norteamericana En terapia, que apenas duró tres meses.

El grupo, además de sus innovaciones temáticas, se dirigía a un público concreto. Rompía de alguna manera una lanza por salirse del encorsetado segmento del todo vale, niños, jóvenes y adultos. «Estamos obligados a pensar constantemente en historias para todos los púbicos, los pobres presupuestos y la fragmentación de la audiencia nos aboca a que un mismo producto sirva para mucha gente, que tenga un abanico muy amplio y, claro, eso hace que los riesgos sean mínimos», se lamenta Ruth García, barcelonesa de 34 años y que ha participado en El internado, La señora o Los hombres de Paco. Como dice Ruth García, la fragmentación de las audiencias es uno de los problemas más inquietantes. Su colega Pablo Olivares, madrileño de 44 años (Los Serrano, Doctor Mateo, entre otras) apunta un dato bien interesante: «Hace años, cuando una serie hacía un share por debajo del 20% te la quitaban sin contemplaciones. Ahora si llegas al 15% no solo te hacen la ola, sino que te ponen un piso», explica Olivares, para quien esta es una de las razones de que no se realicen en España series de la calidad de algunas norteamericanas como The wire o Mad men. «Esos proyectos tienen detrás a cadenas de pago y el share no es un valor fundamental. Un capítulo de The wire tiene una media de un millón de espectadores, mientras que uno de Doctor Mateo puede alcanzar los dos millones. Esto demuestra que no siempre el share es signo de calidad».

Que hay otros valores, está claro. Que nos enfrentamos a cambios vertiginosos, también. ¿Quién ve ahora la televisión? ¿Cómo se miden los éxitos? El fenómeno de Perdidos (Lost), con un impacto mediático mundial muy por encima de lo que corresponde en el share de las televisiones que lo han emitido, demuestra que algo ha cambiado ya. Es una serie que se ha visto mucho más en disco duro, en descargas por Internet, que en los propios aparatos de televisión, todo un fenómeno histórico porque ha demostrado la simbiosis entre Internet y la televisión.

Iván Escobar, además de ser productor ejecutivo de Globomedia, es profesor en la Universidad de Salamanca y, en sus clases, ha comprobado estos cambios con sus propios alumnos. «Hay un target de edad que ya no ve la televisión y que, incluso, ya no tiene televisores, pero ninguno se pierde Perdidos y casi todos han visto The wire. Los jóvenes de 15 y 16 años consumen ahora la ficción televisiva en disco duro. Ya no aguantan los cortes publicitarios y, además, no aguantan una semana para ver el capítulo siguiente. Quieren consumir la serie completa. Todo esto demuestra que hay muchos espectadores que están dando la espalda a la televisión para centrarse únicamente en Internet», asegura Escobar.

¿Pero qué pasará con la ficción vinculada directamente a la Red? Escobar apunta a que el problema es que no tienen una financiación clara. «Que se ha abierto un nuevo portal de ficción está claro, como creativos no podemos olvidarnos de ello, pero todavía no sabemos lo que pasará. Al menos, la brecha que se abre en la ficción será interesante». Pero a pesar de todos estos cambios, y sin olvidar la crisis económica, todavía se piensa en grandes series y se preparan proyectos muy grandes, como apunta Curro Royo, aragonés de 43 años. Piratas, romanos, series de envergadura y no demasiado familiares. Como la que producirá Globomedia para Antena 3, El barco, para la que se están construyendo unos fenomenales decorados y se está en pleno proceso de casting. «Es un momento muy curioso; frente a los miedos que están ahí, parece que se exploran nuevos terrenos», dice Royo.

Pero no estamos ante un fenómeno solo español. Al menos en Latinoamérica se vive algo parecido. Bien lo sabe Luis Zelkowicz, venezolano de ascendencia polaca, que, a sus 55 años, trabaja en Miami para diversos productos. «Parece que todo se repite. Ahora la búsqueda no se centra en construir un éxito, sino en evitar un fracaso. Y eso impide la innovación».

Una reflexión de Daniel Écija

Ojalá pudiéramos producir en nuestro país series pensadas para target específicos, con gustos acordes a los nuestros y sin preocuparnos por la audiencia. Ojalá pudiéramos hacer productos como The wire, A dos metros bajo tierra o Sexo en Nueva York, que logran altas rentabilidades en el mercado americano con share de un dígito (similares a los de su emisión en cadenas españolas). Ojalá, pero el escenario aquí no puede ser más dispar.

Como saben muy bien en EE UU, el canal idóneo para este tipo de series es la televisión de pago. Y esa es la principal dificultad a la hora de exportar el modelo. En nuestro país, los canales de pago no pueden afrontar aún la producción de ficción, tanto por razones de rentabilidad como de negocio. Mientras llega ese momento, los creativos debemos escribir sin olvidar nunca para quién y dónde trabajamos: un mercado reducido y un espectador dividido al 50% entre mayores y menores de 45 años. Ambos elementos condicionan la producción, y no necesariamente para mal. Grandes personalidades de la ficción han buscado siempre que sus obras alcanzaran el mayor eco posible. Tenían muy claro que escribían para el pueblo. Ese mismo deseo ocupa a los creativos hoy.

Debemos llegar a públicos mayoritarios. Ese es el gran reto de la ficción televisiva. Éxito y calidad no son términos antagónicos. Desde esa premisa, existen similitudes con el modo de actuar del cine americano, una industria que por sus altos presupuestos está obligada a satisfacer a gran número de espectadores. Las televisiones pagan 10 veces menos por la «lata» de un episodio de una serie americana que por un capítulo de una ficción local. Nuestra única fortaleza reside en la audiencia que seamos capaces de atraer. Solo así cobra sentido la inversión.

Lo que parecía una utopía hace 15 años es ahora una realidad con un enorme vigor. El origen de la buena salud de las series nacionales se sitúa a mediados de los noventa. Entonces se produjo una eclosión de títulos muy bien acogidos. Su éxito desterró la obra norteamericana del prime time e inyectó en las cadenas una gran confianza en el producto nacional. Periodistas, Cuéntame, Siete vidas, Los Serrano o Un paso adelante triunfaron dentro y son todavía un referente en el mercado internacional.

Nuestro desafío creativo pasa, pues, por el desarrollo de géneros y conflictos universales que sean muy reconocibles. La comedia, el drama, el amor, los personajes perdedores, los sentimientos… La emoción es el gran punto de conexión con el público. Actores y directores hechos en televisión llenan cines y teatros. La ficción es hoy una de las industrias más pujantes del país, con miles de empleos creados y una gran capacidad para aunar éxito y rentabilidad. La explicación hay que buscarla en el propósito que guía su actuación: llenar el patio de butacas. Un objetivo irrenunciable.

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