Isabel da a luz al príncipe Juan. Los reyes ven cumplidos sus objetivos: la victoria definitiva sobre Portugal y un heredero varón para las coronas de Castilla y Aragón. No obstante, Isabel no ceja hasta lograr encerrar a su enemiga Juana en un convento. Pero las consecuencias de ser madre y reina se manifiestan con toda su crudeza en el alto precio que habrá de pagar por firmar la paz.
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