Y con todos ustedes…
¿Qué hacen juntos el comisario malo de Águila Roja y la doctora Lola Dueñas de Policías? ¿No es un escándalo que el Luisma de Aída se fugue con la inocente Teté de Los Serrano? ¿Por qué bailan Lydia Bosch y Belén Rueda, si nunca compartieron guión? Globomedia, la factoría de ficción responsable de las series españolas de más éxito, cumple 15 años y lo celebramos con un homenaje de sus mejores actores a la televisión de siempre.
Buenas noches y buena suerte
¿Un momento inolvidable?
El día de los atentados del 11-S estábamos rodando y Andrés Lima, que era mi compañero del Samur en la serie, fue capaz de convencerme de que la segunda Torre Gemela no se había caído, ¡insistía en que era una repetición de la primera! Lola Dueñas, Policías.
Gajes del oficio…
Esta anécdota es muy típica de la profesión. En Águila Roja tenía una escena de cama con la marquesa que tuvimos que repetir varias veces. Salió a la tercera y cuando me dijeron ‘OK, Francis, ya te puedes levantar’, yo respondía ‘lo siento, pero ahora mismo no voy a poder—‘ Francis Lorenzo, Médico de familia, Compañeros, Águila Roja.
¡1,2,3… En el aire!
La familia le obligó a…
Invertir alguna que otra hora en convencer a la gente que me paraba por la calle de que yo no era tan chulo como Rober, mi personaje. Miguel Ángel Muñoz, Un paso adelante.
El mejor personaje de la factoría Globo es…
Aída, yo era fan absoluto de ella en Siete Vidas. Paco León, Aída.
Su gremio televisivo favorito.
El periodístico. Me hubiera gustado participar en Periodistas, quizás no tanto como actor como por la idea de trabajar en un periódico, de ver lo que se cuece en la redacción. The Wire también me gustó mucho en parte por eso. Martín Rivas, El internado.
Un propósito futuro…
Librarme del legado de niña repelente de Teté. Me dan miedo los encasillamientos. Natalia Sánchez, Los Serrano.
Saturday night disco
Una frase del guión para el recuerdo…
‘No se le pueden poner diques al mar’. Se la decía yo a Resines, mi padre, cuando le explicaba que me había enamorado de Eva, mi hermanastra. Fran Perea, Los Serrano.
¿Una tradición?
Resines se metió en la cama con pijama y zapatos de cordón en su ensayo. Él iba tan a gusto que se convirtió en un clásico. Belén Rueda, Los Serrano.
Trabajar en una serie de televisión es…
Como una eterna cena de Nochevieja. Javier Gutiérrez, Los Serrano, Águila Roja.
¿Deudas contraídas con Médico de Familia?
Muchas. Me permitió crecer como actriz y me dio la popularidad que tengo. Lydia Bosch, Médico de Familia.
Mito y realidad…
Siempre decimos eso de que los rodajes son una fiesta pero tratar de hacer reír a las 8 de la mañana no tiene nada de gracia. Alejo Sauras, Los Serrano.
El club de las amas de casa
Ha seguido con devoción… The Wire, A dos metros bajo tierra (me deprimí cuando se terminó) y ahora estoy con Los Soprano. Verónica Sánchez, Los Serrano.
Una travesura televisiva.
El capítulo 200 fue en directo y me permitió disfrutar de un ataque de risa en vivo. ¿Sabes qué es reírse sin que ningún director te pueda cortar la escena? Carmen Machi, Siete Vidas, Aída.
Las comparaciones son…
Inadmisibles. No se puede comparar el primer capítulo de Perdidos con uno hecho aquí. Sólo podemos competir con talento y éste nunca sobra. Además, aquí la televisión no experimenta, es una máquina de triturar. Javier Cámara, Siete Vidas, Lex.
Un cosmopolitan, por favor
¿Teleadicto?
La verdad es que no. Veo poco la tele. Hay que leer, ir al Museo del Prado… Porque puedes acabar haciendo grandes protagonistas pero siendo un analfabeto. Juan Diego, Los hombres de Paco
¿Los finales son felices o infelices?
Son una mezcla. Deseas que termine y al tiempo sientes tristeza. Pero son necesarios, si un personaje fuera una cadena perpetua no lo llevaría bien. Lola Herrera, Un paso adelante.
Ventajas de la televisión…
Creo que, en mi caso, es un lugar de encuentro generacional muy enriquecedor. La tele te pone las pilas. Julia Gutiérrez Caba, Los Serrano.
Una decepción televisiva…
El final de Perdidos, aunque sin quitarle un ápice de la maravilla que es, todo sea dicho. También me apasionan Dexter y House, del que estoy enamorada. Amparo Baró, El internado.
¿Nubarrones por el Norte?
Puestos a elegir…
Yo prefiero profundizar a entretener, pero para eso hay que tener tiempo y dinero, y en España, a diferencia de Estados Unidos, no se invierte demasiado en escribir guiones. Roberto Álamo, Águila Roja.
Un actor del siglo XXI…
Tiene que estar presente en los tres medios, teatro, cine y televisión. Yo fui uno de los pioneros en combinar televisión y cine y ahora me río de muchos goyas que me preguntaban ‘¿Cómo puede ser que hagas televisión?’ Yo, ¡que hice hasta publicidad! José Coronado, Periodistas.
Primeras impresiones…
Recuerdo que mi primera escena con Carmen, interpretada por Lola Herrera, era una secuencia muy profunda y yo me decía ‘¡qué hago yo aquí, Dios mío!’ Mónica Cruz, Un paso adelante.
Quien denosta la televisión…
No la conoce o no ha tenido ocasión de hacerla. Hoy hay mejor televisión que cine, lo que pasa es que somos poco chovinistas, independientemente del género. Gonzalo de Castro, Siete Vidas.
Para un actor, estar en una serie de éxito es…
Como tener una tienda en la milla de oro de una gran ciudad. Myriam Gallego, Periodistas, Águila Roja.
El baile del 57
Un mal trago…
El primer día, ¡era un saco de nervios! En la serie estaban Amparo Baró, Natalia Millán, Luis Merlo… Imponían mucho, la verdad. Yon González, El internado.
Siempre agradecerá a los guionistas…
Que me escribieran la frase: ‘¡Ay, qué escalofrío!’ Me siento como Lady Macbeth. Eduardo Casanova, Aída.
¿Daños colaterales de formar parte de una serie de éxito?
Interpreto a un personaje muy definido y, al final, la gente piensa que soy igual que la Lore. Ana Polvorosa, Aída.
¿Un deseo incumplido?
Trabajar en Un paso adelante. La seguía con auténtica devoción, ¡me hubiera cortado un brazo por estar en ella! Blanca Suárez, El internado.
Tensión sexual, emoción, destino, ritmo… son ingredientes del éxito de una serie
El 15 de septiembre de 1995 Alemania propuso que la futura moneda única se llamara Euro, Jesulín de Ubrique cortó tres orejas en Salamanca, los serbios retiraron su artillería de Sarajevo y Mel Gibson colapsó el acceso al Festival de San Sebastián. Estricta hemeroteca. Pero también se estrenó en Telecinco y fue noticia la serie Médico de familia. Sin que nadie soñase que resistiría cuatro años, 119 capítulos y cuotas del 40% de pantalla. Además de la chulería de batir en audiencia a algún partido televisado del Real Madrid en la Liga de Campeones.
Quince años después ya nadie traduce los euros a pesetas, Jesulín es más carne de corazón que de asta, Serbia se ha recuperado de las heridas y a Mel Gibson sólo le harían la ola en un festival de machos que amenazan con violencia y procacidad a sus ex novias. La ingenuidad blanca del personaje de Emilio Aragón y las tramas sencillas de esta historia que se llevó todos los premios de la televisión harían impensable una rentreé. Sin embargo, y pese a que Emilio Aragón lleva desde 1999 alejado de Globomedia – la factoría que gestó la serie -, nadie ha olvidado a su álter ego Nacho Martín, la larga tensión sexual no resuelta con su cuñada Alicia Sóller (Lydia Bosch) o los resabios con acento andaluz de la Juani (Luisa Martín), cocinera de una familia que exhibió el adosado como vivienda aspiracional para la clase media española.
«Todo empezó en un piso de la calle Levante (Madrid), en 1993. Éramos pocos, estábamos aprendiendo». Lo cuenta vertiginoso Daniel Écija (Wittenoom, Australia, 1963), presidente y factótum de las series de Globomedia. La ficción de éxito que se hacía hasta entonces en España era Hostal Royal Manzanares o Los ladrones van a la oficina. Costumbrismo cañí, diríamos. «Yo me fui a la Fox, conocí a Robert Murdoch, vi cómo grababan La Ley de Los Ángeles y me traje la fórmula. Incorporamos ocho guionistas en lugar de uno, cambiamos la textura de la imagen para acercarla más al cine, modernizamos la iluminación para que jugara a favor de la historia y nos lanzamos a crear».
Este hombre que se ha mantenido a la sombra del éxito presume de que las series de Globomedia las han visto 590 millones de espectadores; se han vendido a 125 países, han aupado a 7.000 actores y pulverizado todos los récords imaginables con historias en torno a una redacción trepidante de periódico local (Periodistas), a una desquicia escuela de baile (Un paso adelante), a una panda de inmaduros peterpanes (Siete Vidas), a una recua de policías patosos (Los hombres de Paco), a los desvelos de una asistenta (Aída), la convivencia de una familia reconstituida (Los Serrano) o un misterio asfixiante (El internado), entre otras.
Para este creador hiperactivo que empezó como operador en la tele, que después fue montador, ayudante de realización, director, guionista y productor y que habla sin dejar de mover las piernas, la clave de una historia de éxito que mantenga sin aliento varias temporadas de 13 capítulos es casi una fórmula matemática con ingredientes que deben maridar: amor, pérdida, superación, destino, conflicto, tensión sexual… «Siempre con ritmo, con intensidad, con emoción, concentración y esfuerzo, hasta llegar a un prototipo que funciona y es muy frágil, que hay que mimar». Y como ejemplo de fórmula perfecta mira a una serie mítica, Friends. «Es uno de los grandes ejercicios matemáticos de la historia de la televisión. Cómo seis personajes podían tener tantas combinaciones, todos liados con todos sin traicionarse a sí mismos, en un ejercicio de alquimia tan difícil que parecía un milagro».
Un milagro comparable a que la máquina de la ficción made in Spain siga viva pese a la crisis (en 1992 había 35 productoras registradas en España; en 2009 ya eran 242). Más aún cuando hacer un capítulo cuesta alrededor de 300.000 euros y comprar uno norteamericano sólo 30.000. «Esas series de importación son magníficas, pero no son de gran público», explica Écija. «En España si quieres ser rentable tienes que llenar el patio de butacas, ir a entretener a las mayorías, como hacía Shakespeare en los teatros del Siglo de Oro». Y cita a The Wire, Mad Men o El Mentalista como ejemplos de ficción para urbanitas de clase media alta con conflictos de perfil alto y audiencias inferiores al 10%. «Está claro que las series americanas gustan porque están hechas que te cagas», sentencia Lola Dueñas, actriz en Policías (2000-2003) hasta que Javier Rebollo la secuestró para ofrecerle un corto, y de ahí a Amenábar y Mar adentro. «Yo flipé con A dos metros bajo tierra, qué personajes, qué guiones», continúa. «Por ponerles una pega a veces encuentran una fórmula que funciona y no salen de ahí».
Una escena en una hora
«Hay una palabra malagueña, reventadores, y eso es lo que somos los españoles. Nos encanta atacar lo nuestro, somos escépticos ante el sello propio», responde Fran Perea cuando se le pregunta por qué el español no fardó nunca en sociedad de ver Los Serrano -serie que lo lanzó a la fama- y sí la última exquisitez yanqui para minorías. A su lado, Alejo Sauras defiende la dignidad de la etiqueta peyorativa hasta hace unos años de «actor de televisión». «A los que critican la tele sin haberla hecho les echaría una carrera de destreza, porque nosotros sacamos adelante una escena en una hora en lugar de tres».
Los primeros 37 capítulos de Periodistas (1998-2001) los dirigió a pulso Daniel Écija. Inauguraba en España un estilo, el de las series profesionales, importado de EEUU. Tramas donde se cruzaban los líos sentimentales con los intrígulis de un espacio, el periódico, al que los telespectadores se asomaron curiosos para conocer el día a día de una redacción. Luis Sanz (jefe de local), o sea, José Coronado, recibió un espaldarazo de popularidad y prestigio que aún conserva, como sus recuerdos. «La tele se mete en la casa de la gente y yo tenía un personaje que se hacía querer. El último día de grabación me regalaron una botella de vodka firmada por todos mis compañeros y me puse a llorar. Había estado cuatro o cinco años y despedirme fue como si me amputaran un brazo».
El brazo de Sole (Amparo Baró) tenía cierta propensión a levantarse para dar collejas. Ese era uno de los leimotiv de Siete Vidas (1999-2006). Una serie revolucionaria porque se grababa con público y llegó a su capítulo número 200 con un riguroso directo. «Al final el director nos dijo que los guionistas estaban quemados y que era hora de descansar, de dejarlo en todo lo alto en lugar de languidecer», recuerda Amparo Baró. La veterana actriz es una de los muchos que Luis San Narciso, responsable de casting de la factoría Globomedia y hoy director artístico de la casa, relanzó desde la pantalla de televisión. Otros fueron Julia Gutiérrez Caba o Juan Diego, el comisario irascible y tierno de Los hombres de Paco (2005-2010). «La tele te ayuda a estar vivo, a saber seleccionar lo importante de cada párrafo y en qué cámara estás», enumera. «Es como montarte en un avión a una velocidad que no sabes si vas a controlar en un vuelo interespacial que no sabes a dónde va». Eso sí, abténganse los niños de pedirle al actor por la calle que grite eso de «por mis santos cojones», porque no piensa ceder a esa tiranía de la fama.
Para Francis Lorenzo, el comisario malvado de Águila Roja (2009-2010), «estar en esta serie es como si te fichase el Madrid y siempre jugaras la Champions». Ambientada en el siglo XVII español, mezcla las espadas, la picaresca y la sensualidad con ayuda de un decorado de 2.000 metros cuadrador y múltiples secuencias en exteriores. Premiada, multipremiada. «Estuvimos planteándonos hacerla en verso, pero al fin nos dimos cuenta de que no tenía sentido», confiesa Daniel Écija, y sale al paso de las críticas sobre las concesiones a la ficción: «No es una serie histórica. Ves Shakespeare in love o María Antonieta de Coppola y dices: ¡qué maravilla! aunque metan una zapatilla de Converse en un plano. Pero si haces eso en Águila Roja no te lo perdonan».
Mucho más benévolo es el público de Aída, que terminó su séptima temporada como reina de los domingos por la noche. Sus chascarrillos son ya parte de las tertulias de oficina y Paco León un héroe erigido a los altares de la comedia de barrio. ¿El mejor chiste que recuerda? «Una frase de Lorena: Me voy a mi cuarto a escuchar baladas de Andy&Lucas, que ellos sí que saben lo que es sufrir, sobre todo el gordo». El actor sevillano reconoce cierto cansancio de la popularidad del Luisma, su personaje. «Pero luego me acuerdo de que mi tío lleva 40 años en Telefónica aburridísimo y siento que merece la pena».
También le mereció la pena a Javier Cámara recalar en Lex, la seire de abogados que se estrenó en 2008 y no resistió la tiranía del share. Para muchos siguió siendo Paco, el hijo inmaduro y susceptible de Sole en Siete Vidas, años después de que abandonara la serie por una causa mayor. «Estaba de vacaciones en Siciliaa cuando me llamó Pedro Almodóvar para ofrecerme Hable con ella y tuve que elegir». También su compañera, Paz Vega, una actriz sevillana pizpireta y desconocida hasta entonces, recibió la llamada de Julio Medem para Lucía y el sexo; como Verónica Sánchez, de Los Serrano, coprotagonizó Camarón, de Jaime Chávarri; y Carmen Machi fue chica Almodóvar. Los denostados actores de televisión empezaban a ser considerados de primera división. Fichajes apetecibles para un cine sorprendido de que en la tele se contaran buenas historias, con sólidos guiones e interpretaciones eficaces. Algo estaba pasando.
Periodistas, policías, abogados, bailarines… Los colectivos con tramas cruzadas funcionaban, aquello iba viento en popa. Pero Écija, apasionado confeso de la psiquiatría, quiso probar con el diván en El Grupo (2000), una serie centrada en la terapia coral de personajes con taras diversas de extremado realismo protagonizada por Héctor Alterio, Cristina Marcos, Antonio Molero y Unax Ugalde, entre otros. Auqel fue un éxito clamoroso de crítica al que no respondió el público con idéntica pasión. Resultado: once capítulos y se cerró el telón. ¿Qué había pasado? ¿Qué ingrediente de la receta del éxito faltó? «Creo que transmitía cierta angustia», reflexiona Daniel Écija. «No hacía concesiones al humor, perdí el tono del público, no calculé que era demasiado denso». Aprendió, dice, que drama y comedia debían ir de la mano en toda serie que aspirase al olimpo de las masas. «Es un error pensar que el público trabaja para ti y no al revés. El público es soberano y eres tú el que debe estar a su servicio», sentencia.
Y al servicio, pero de los fans, no les quedó otra que estar a los chicos de Un Paso Adelante (2002-2005). La ficción española más vendida de la historia. A 54 países, el último de ellos Irak. Un título que terminó convirtiéndose en grupo musical – UPA Dance – y revolucionó las hormonas de los adolescentes, que tomaban al asalto los aeropuertos para acariciar la melena de Beatriz Luengo o darle un repasito a la musculatura de otro de sus protagonistas, Miguel Ángel Muñoz. «UPA fue un fenómeno en el que estuve desde los 18 a los 21 años. Aprendí a bailar y a cantar, y sobre todo que el éxito no significa nada, que todo termina, que lo importante es disfrutarlo mientras está ahí».
La sobreexposición era la otra cara de la moneda del éxito, desde luego. Y Lydia Bosch lo vivió como un efecto colateral que de alguna manera la ha seguido salpicando. La azafata de Un, dos, tres que fue y dio paso a la novia de España en Médico de Familia, lo resume así: «Sales en la tele y de repente aumentan las muestras de afecto, pero pierdes la intimidad». Eso sí, no ha perdido la sensación de frío polar en los huesos de la secuencia más vista de la serie, la de la boda a varios grados bajo cero de Alicia y Nacho que España entera siguió con voracidad desde los cálidos sofás de sus casas.
Le pregunto a Daniel Écija cómo se escribirán las tramas de la ficción del futuro. Cómo mantener el patio de butacas lleno. «Historias más trepidantes, intensas, con más ritmo». Lo veremos.
Revista Vanity Fair | Transcrito por maiaaa para Mi Zona TV
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