¿Cómo definiría a su personaje, Felipe II?
Felipe II es el rey de España, el imperio donde no se ponía el sol que heredó de su padre, Carlos I de España y V de Alemania, un hombre mucho más expansivo, que viajaba mucho y dominaba varios idiomas. Creo que Felipe II heredó eso con cierto miedo porque era un hombre mucho más acomplejado, con miedo a hablar en publico y a que le presionaran, no daba todos los datos de sus informaciones a nadie, por ese miedo precisamente.
La historia que contamos en ‘La princesa de Éboli’ es la traición de su secretario, Antonio Pérez (Hugo Silva), con la princesa, a la que interpreta Belén Rueda.
¿Qué fue lo más divertido de hacer de Felipe II?
Hacer algo de época, disfrazarse, ponerse un vestuario que no usas, hablar de otra forma y permitirte hacer cosas diferentes. Me ha gustado mucho hacer esto, me he sentido muy muy apoyado por la directora, Belén Macías, y a la vez creo que me arriesgado mucho con este personaje.
¿Cómo es meterse en la piel de un rey?
No que decir, es coger el guión, empezar a ensayar, a ver como era el personaje, leer muchos libros, hablar con historiadores para saber como comía, que dieta tenía, en qué cama dormía en El Escorial, que era pequeñita y desde la que podía escuchar misa sin levantarse… hay muchos datos de Felipe II.
Era muy metódico, comía carne y más carne dos veces al día y luego resultó que tenía gota, algo que no se explicaban los médicos porque que en aquella
época no relacionaban su dieta con la gota y su estado físico. Ellos creían que comía muy bien porque comía muy caro, piezas recién cazadas y no probaba ni la verdura ni la fruta.
Hablaba antes de la ropa ¿era cómoda?
Hoy en día creo que eran unas ropas feas, esos pantalones no le sientan bien ni al más guapo (risas) Si te pones la capa pues te da cierto empaque. Lo que me imagino es que iba muy sucio, por muy rey que fuera, se lavaba muy poco porque le tenía mucho miedo al agua, donde estaban todas las enfermedades.
Se bañaba sólo cuando venía alguien muy importante, vamos, que pocas veces al año (risas). Como actor es maravilloso cambiar de personaje y época.
¿Cómo fue el rodaje?
Fue muy duro porque trabajamos muchísimo, rodamos los dos capítulos en cinco semanas, y aunque fue muy poco tiempo, la directora acertó a la hora de enfocar el rodaje yendo directamente a lo que ocurre entre los actores. Es muy buena directora y nos sentíamos muy apoyados, por eso también fue un rodaje muy agradable.
Es un placer trabajar con Belén Rueda; con Hugo Silva, que su personaje me la coló porque me engañaba con la princesa y eso no puede ser (risas); con Pedro Casablanc, que es con el que más escenas tengo y que es un actorazo como la copa de un pino. Es una maravilla trabajar con él, nos encanta hacer el tonto, aunque a la directora no le hacía mucha gracia, pero nos moríamos de risa.
¿Qué escena destacaría sobre el resto?
Hay muchas y no podría destacar solo una. Hay una muy sentida que es cuando Felipe II se confiesa por matar a alguien y se pregunta si va a ir al infierno y cree que Dios le va a hacer pagar eso. Es su lado más intimista.
Otras que destacaría serían, por ejemplo, cuando le informan que ha muerto su hijo; otra cuando mi personaje le pregunta al de Belén Rueda si Antonio Pérez es su amante; otra cuando Felipe II no le dice directamente al personaje de Hugo Silva, pero le deja entrever que sabe que le está engañando, se lo insinúa.
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