Por deporte, por descanso, por ocio o simplemente por ir de fiesta, ‘Comando al sol’ calienta motores para viajar por tierra, mar y aire. Habrá un descenso por el Sella, un recorrido por el interior de Málaga, una romería vikinga en Pontevedra, un paseo en piragua por las hoces del Duratón y vendimia a orillas del rio Sil. ‘A toda máquina’, el miércoles a las 22.30 horas en ‘Comando al sol’, con reportajes de Juan Carlos Cuevas, Teresa Perales, Eneko Carazo, Mónica Hernández e Isabel Cacho.
El descenso del Sella es sin duda una de las imágenes más impresionantes del verano. Antes, como cada año, los “tritones” llegan en tren hasta Arriondas; son los guardianes del río, lo mantienen despejado para que más de mil piragüistas de doce países distintos puedan descender sin problemas hasta Ribadesella. Deporte y fiesta unidos en una comarca que convoca a más de 200.000 personas ese fin de semana.
A un paso de la Costa del Sol, el interior de Málaga cautiva. Francisco es el único bandolero legal de Ronda, cobra 2 euros a los turistas por foto. Mucha gente vive aquí del turismo. Ángel tiene una empresa de escalada y por 35 euros te facilita todo lo necesario para ascender por el Tajo de Ronda. Rafael, además de matador de toros, organiza “safaris”.
Como cada verano desde hace 35 años, los vikingos intentan invadir Catoria, en la costa de Pontevedra. Beatriz pasa tres meses al año confeccionando los trajes para la romería vikinga. Este pueblo de 3.500 habitantes soporta no solo la invasión de los del norte, también la de casi 20.000 turistas que no quieren perderse esta fiesta profana de Interés Turístico Internacional.
Sus hoces encajonan al río Duratón en cañones dignos de una película del Oeste. Recorrerlas en piragua es toda una experiencia con premio: un buen cordero asado en cualquiera de los hornos de Sepúlveda. El encanto de este recorrido segoviano no escapa a cualquier tipo de público: un escuadrón de moteros acaba de llegar a la Ermita de San Frutos para cumplir con el ritual de pasar a gatas bajo el altar.
Fidel sigue cultivando sus viñas a sus más de 80 años. No sería extraño si no las tuviera casi en una pared: y es que en la Ribera Sacra la vendimia es un trabajo de alto riesgo, con viñas plantadas en desniveles de más de 80 grados a orillas del Sil. Un lugar para visitar en barco o de monasterio en monasterio.
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