Hoy el mundo del arte está de luto: Amparo Baró, actriz de teatro, cine y televisión, ha fallecido esta mañana en Madrid, a los 77 años de edad, tras casi 60 dedicados a la interpretación.
Muchos la recordarán hoy por su papel de Sole en la veterana serie “7 vidas”, pero la carrera de Baró iba mucho más allá del entrañable personaje que interpretó entre finales del siglo XX y principios del XXI. Durante su trayectoria teatral la actriz barcelonesa participó en obras de Molière, Miguel Mihura, Jardiel Poncela, Agatha Cristhie, Calderón de la Barca, Ibsen, Lope de Vega o Eurípides entre muchos otros autores, pero lo cierto es que el recorrido sobre las tablas de Amparo Baró no es sencilla de resumir, teniendo en cuenta que consta de alrededor de 70 obras. La primera de ellas, “El burlador de Sevilla y convidado de piedra”, la representó en 1957 con 19 años de edad, y en la misma temporada fue contratada por la compañía Windsor de Barcelona, capitaneada por Adolfo Marsillach y Amparo Soler Leal.
Aunque entremedio actuó en varios espectáculos como “Cándida”, “Mi adorado Juan” o “Borbosse”, fue precisamente a Soler Leal a quien substituyó dos años más tarde en “Harvey”, dirigida también por Marsillach y ganadora del premio Pulitzer 1945. Después vendrían, entre otros, “Las preciosas ridículas”, “Asesinato en el Nilo”, “La calumnia”, que supuso su salto profesional a Madrid, “El cianuro, ¿Solo o con leche?”, “Pedro de Urdemales”, “El enfermo imaginario”, “La dama boba”, “Tres sombreros de copa”, “Los habitantes de la casa deshabitada” o “Un marido de ida y vuelta”. Su último papel teatral tuvo lugar durante la temporada 2012-2013, y fue el de Violet en “Agosto” (personaje que interpretó Meryl Streep el año pasado en versión cinematográfica), la matriarca de una familia desestructurada que, debido a su carácter cruel y a su desapego afectivo, mantiene una tensa relación con el resto del clan.
En palabras de la propia Amparo Baró, el teatro era para ella un espejo que el intérprete tiene delante con el fin de remover su consciencia y un milagro que provoca la complicidad con el público, ya que éste sabe que lo que ocurra sobre las tablas nunca más ha de pasar. Un milagro que no creía posible trasladar a la televisión, pero a pesar de ello nunca le hizo ascos a la pequeña pantalla, como tampoco al cine, donde destacan títulos tan conocidos a nivel nacional como “Margarita se llama mi amor”, “Tengo 17 años”, “Carola de día, Carola de noche”, “Apaga… y vámonos”, “Las cosas del querer” o “Siete meses de billar francés”.
Respecto a su recorrido televisivo, como señalábamos antes, Sole Huete de “7 vidas”, o en menor medida Jacinta de “El Internado” (último personaje fijo que interpretó en TV), son seguramente sus papeles más recordados y de mayor duración, pero Baró trabajó en doce títulos de Estudio 1, así como en “Confidencias”, “Primera fila”, “Hora once”, “Del dicho al hecho” o “Tío willy”. Por otra parte también participó en la miniserie “Lorca, muerte de un poeta”, y de manera episódica en series como “Farmacia de guardia”, “Histórias para no dormir” o “Los Quien”.
Una carrera prolífica en cualquiera de los géneros que forman la interpretación, si bien la actriz consideraba que la comodidad económica que ofrece la televisión puede llevar a algunos actores a no continuar formándose en teatro por resultarles menos rentable que instalarse permanentemente detrás de la cámara. No era su caso, desde luego, pues además de haber compaginado siempre una cosa con otra sin demasiados problemas (aunque admitía que en los últimos años le costaba más que en el pasado) Amparo Baró no dudaba en declarar que para ella ser actor o actriz era una vocación y que ésta de nada sirve si el intérprete no puede involucrarse ni emocionarse con su trabajo.
Una mujer de ideas propias, pero sobre todo una intérprete con un profundo amor hacia la profesión a la que sus compañeros han querido recordar a través de varios mensajes de cariño en sus redes sociales. Humildad, humanidad, enseñanzas, inquietud, consejos y altruismo han sido las expresiones que más han utilizado para describirla.
La humildad de una actriz que se acostumbró desde jovencita a pisar los escenarios, la humanidad y la generosidad que quienes la conocieron pueden hoy testimoniar, y esa inquietud que la llevó a dedicar su vida a adentrarse en almas ajenas y transmitir sus sentimientos al público. En resumidas cuentas y como hemos señalado anteriormente, Amparo Baró era una grande de la interpretación. Una más que ha dejado retazos de sí misma en el imaginario colectivo a través de esa capacidad para involucrarse y emocionarse que ella misma describía.
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